Por: Blanca Yazmín Jiménez Segura
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH, 2021) muestra los datos sobre la violencia que se ejerce en México hacia las mujeres en los ámbitos familiar, laboral, escolar, en la comunidad y con la pareja. Actualmente, la población total en México asciende a 126 millones de personas, de las cuales 64.5 millones son mujeres (51.2%) y 61.5 millones son hombres (48.8%). Se reporta que los estados con más violencia en contra de las mujeres con más del 75% son el Estado de México, la Ciudad de México y Querétaro, y es más elevado en las áreas urbanas con 73%.
Las mujeres encuestadas de 15 años y más reportaron que han experimentado al menos un incidente de violencia a lo largo de su vida, el 51.6% ha sufrido violencia psicológica, el 49.7% violencia sexual, el 27.4% violencia económica, patrimonial y/o discriminación y el 18.3% violencia física. Aquí se visibiliza, el alto porcentaje reportado por las adolescentes y mujeres, ya que al menos una vez en su vida han sufrido violencia psicológica, seguida de la violencia sexual que es elevada en el rango de edad de 15 a 24 años con más del 60% y de 25 a 44 años supera el 50%. En este tipo de violencia se debe profundizar en materia de políticas públicas y atención por parte de las instituciones.
En los ámbitos que se experimenta la violencia son en lo comunitario con 46%, la pareja con casi 40%, el escolar con 32%, el laboral con 28% a lo largo de su vida y el familiar con 11%, en los últimos 12 meses. También se muestra una prevalencia de violencia a través de los medios digitales que es mayor en el ámbito comunitario con casi 8%, seguida del ámbito escolar con 5%.
El 53% de las mujeres de 15 años y más consideraron que los problemas en el ámbito familiar se mantuvieron igual que antes del periodo de confinamiento por COVID-19, en tanto que el 8.5% consideró que los problemas en el ámbito familiar iniciaron o aumentaron durante el confinamiento.
Lo anterior, ha generado consecuencias en las víctimas, sus hijas e hijos, así como en el desarrollo de los distintos ámbitos de su vida. Sin embargo, ante esta problemática, se han generado leyes y políticas que se han implementado de manera marginal, pero se observa que no son suficientes para erradicar la violencia en contra de las mujeres.
En este contexto, es necesario reconocer los avances para la atención, sanción y medidas de reparación del daño, pero también los desafíos que se presentan porque no existe la confianza en las instituciones para denunciar por parte de las víctimas. Incluso, cabe preguntarse cuántas mujeres que reportaron estas experiencias a lo largo de su vida han denunciado y cuántas han normalizado la violencia por falta de información y/o de redes de apoyo, y solo quedó reportado con las personas que realizaron la encuesta. En este sentido, es relevante hacer un alto y reflexionar sobre la violencia de género en los espacios públicos y medios digitales.
En el caso de México, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), se publicó en 2007 y el 11 de marzo de 2008 su reglamento. Uno de los principales objetivos fue establecer los principios rectores que deben ser contemplados en la elaboración y ejecución de las políticas públicas federales y locales, para garantizar el acceso de todas las mujeres a una vida libre de violencia, destacando los principios de igualdad jurídica entre la mujer y el hombre, el respeto a la dignidad humana de las mujeres, la no discriminación y la libertad de las mujeres.
Otra aportación de la LGAMVLV fue diferenciar los tipos de violencia contra las mujeres, así como en los ámbitos en los que esta tiene lugar: psicológica, física, patrimonial, económica y sexual. Además, de cualquier otra forma que lesione o dañe la dignidad, integridad o libertad de las mujeres (CNDH, 2022).
Cabe mencionar que la discriminación también es otra manera de exclusión y restricción por acción u omisión, con intención o sin ella que no es objetiva, racional ni proporcional y que tiene como resultado obstaculizar y restringir el ejercicio de los derechos humanos y libertades por alguna condición física, social o cualquier motivo de género (LFPED, 2023).
Por otra parte, socialmente es una conducta que se fundamenta en la cultura, de manera sistemática y se extiende por el desprecio contra una persona o grupo de personas basado en estereotipos, prejuicios o estigmas, relacionado con una desventaja inmerecida (Zepeda, 2000).
En este contexto, y ante la falta de garantías por parte del Estado, la poca atención por parte de los tres niveles de gobierno y a la grave situación de violencia hacia las mujeres, es importante destacar algunas de las demandas del movimiento feminista que:
1) ha luchado por la igualdad de derechos humanos entre hombres y mujeres en lo educativo, político, económico, salarial, laboral, el cuerpo y la sexualidad,
2) les ha exigido a los gobiernos las garantías para prevenir y eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas en todo el mundo, lo que incluye la eliminación de todas las formas de discriminación (CEDAW, 1981). Además, superar el suelo pegajoso que tiene relación con las mujeres que realizan trabajo de cuidados en el hogar y que dificulta el desarrollo laboral, así como el techo de cristal que se refiere a las limitaciones para avanzar en las carreras profesionales, aunado a las condiciones estructurales de precariedad laboral, dependencia económica y la vulnerabilidad psicosocial por el miedo al fracaso, a no merecer la oportunidad y/o entrar a un mundo dominado por hombres, y
3) se ha manifestado en contra de la violencia de género y la violencia feminicida que ejercen las parejas, los padres y/o hermanos en el ámbito público y privado.
Retomando lo anterior, también se hacen algunas propuestas desde el feminismo que es una doctrina política y un movimiento social e histórico que busca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Christiane de Pizan (1405), feminista y poeta, pensaba que la inferioridad de las mujeres no era natural, sino parte de la sociedad misogina y patriarcal que pone de manifiesto el dominio masculino sobre lo femenino en la sociedad.
En primer lugar, la construcción de sororidad y el empoderamiento de las mujeres puede contribuir a la construcción de redes sororarias y políticas para mejorar las condiciones de vida de las mujeres y las niñas en nuestro país.
El término sororidad proviene de la palabra inglesa sisterhood, utilizada en los años 70´s por Kate Millet, referente de la segunda ola del feminismo. Posteriormente, la antropóloga mexicana, Marcela Lagarde, utilizó la versión en español que la define como una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo.
“Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y a la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer” (Lagarde, 2000: 126).
Es una forma de hermandad, cómplice de actuar entre mujeres y una propuesta política para que las mujeres nos aliemos, trabajemos juntas y encabecemos los movimientos. Conducirse con sororidad es pensar que las mujeres tenemos elementos de opresión en común con otras que están a nuestro alrededor, pero al mismo tiempo nos brindamos empatía, buscamos establecer relaciones de confianza, seguridad y espacios para organizarnos y empoderarnos.
En segundo lugar, la autoestima de género, para vivir nuestra vida con pasión y gozo, significa que necesitamos revisar y actualizar muchos de nuestros hábitos, ideas y creencias acerca de la vida y de lo que “somos las mujeres” se necesita “desaprender” lo que interiorizamos de niñas, de relacionarnos tanto con nosotras como con las demás. En este caso, la identificación con otras mujeres se puede dar en dos sentidos: 1) por una parte, la aceptación de pertenecer al mismo género, de tener necesidades no satisfechas y de compartir la diversidad y 2) el reconocimiento de las mujeres como merecedoras de los mismos derechos y las mismas libertades a las que aspiramos.
En tercer lugar, en la perspectiva feminista, la relación entre cada mujer y las mujeres es fundamental, la mejoría de las condiciones de vida solo puede lograrse socialmente. Los derechos de las mujeres son derechos si son reconocidos como tales, por eso tener derechos individuales como mujeres depende de los derechos de género.
Finalmente, el empoderamiento es un proceso por el cual las mujeres atravesamos, es decir, las desventajas por las barreras estructurales de género, de violencia y discriminación, y que, a partir de estas experiencias, por medio de la sororidad se pueden adquirir o reforzar las capacidades para la prevención de la violencia, las estrategias de atención y autocuidado y el protagonismo social y político en la sociedad.
Bibliografía
Cámara de Diputados (2023). Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, 2003. México.
CNDH (2018). Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), y su Protocolo Facultativo, México.
CNDH (2007). Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, México.
INEGI (2021). Violencia contra las mujeres en México. Encuesta Nacional sobre la dinámica de las relaciones en los hogares (ENDIREH), México.
Lagarde Marcela (2000). Pacto entre Mujeres, Sororidad. En Aportes para el debate.
Zepeda Rodríguez (2004). ¿Qué es la discriminación y cómo combatirla? En Cuadernos de la Igualdad. CONAPRED, México.
(25 de noviembre Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres)
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Biografía
Socióloga por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco.
Maestra en Estudios Regionales por el Instituto Mora. Cuenta con diplomados en derechos humanos, Prevención de las Violencias e Incremento de la Seguridad Ciudadana y derecho a la no discriminación por la UNAM. Estudiante del doctorado en Estudios Sociales en la línea de Estudios Laborales en la UAM, Unidad Iztapalapa. Socia-Fundadora de la Cooperativa Urbana Tejiendo Territorios. Feminista entusiasta.
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