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Marco Mundial de Biodiversidad post-2020: ¿Motivos de optimismo o más de lo mismo?

Por: Pablo Varela


“Acuerdo histórico” fue un término escuchado recurrentemente en los pasillos del Centro de Convenciones de Montreal el 19 de diciembre de 2022, día en que se adoptó el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal (GBF). Después de un proceso de al menos cuatro años de negociaciones, interrumpidas por la pandemia de Covid-19, el trabajo realizado durante la quinceava Conferencia de las Partes (COP) de la Convención sobre la Diversidad Biológica (CBD) vio finalmente materializarse un muy esperado marco global de biodiversidad.


Las señales de alarma resonaron con más fuerza después de que la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), advirtiera en 2019 en su Informe de Evaluación Global de la Diversidad Biológica, que aproximadamente un millón de especies se encuentran en riesgo de extinción y muchas podrían desaparecer en cuestión de décadas si no se toman medidas inmediatas.


Este tipo de evaluaciones globales llevadas a cabo por IPBES, recalcan la necesidad crítica de detener la pérdida de la biodiversidad y reconocen su papel crucial en abordar la crisis climática y su impacto directo en una serie de desafíos cada vez más frecuentes e intensos, como las pandemias de origen zoonótico, la inseguridad alimentaria y hídrica, los desastres naturales, así como la falta de reconocimiento de los derechos y contribuciones de los pueblos indígenas, entre otros. Además, resaltan cómo la rápida disminución de la biodiversidad compromete en gran medida los esfuerzos a nivel global, regional y local en términos de desarrollo.


A diferencia de otros procesos que son aún reversibles como el cambio climático o cambio de uso de suelo, por ejemplo, la actual crisis de biodiversidad tiene magnitudes que están acumulando cambios en la riqueza, estructura y función de los ecosistemas a niveles potencialmente irreversibles o que ya que han alcanzado la irreversibilidad (IPBES, 2018, IPBES 2019).


Este nuevo acuerdo, intenta responder al reporte de IPBES y se erige sobre aprendizajes previos como el Plan Estratégico de Biodiversidad 2011-2020 de la CBD y las 20 Metas de Aichi. Pero, ¿qué lo hace histórico? ¿Es justificado el optimismo expresado, o tal vez es más de lo mismo? Para entender un poco mejor el contexto en que se desarrolla el acuerdo, echemos un vistazo a algunos de los procesos anteriores más relevantes.


En 1988, en respuesta a la creciente preocupación global por la pérdida de biodiversidad y respaldado por el consenso científico, se convocó al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) para abordar el deterioro de la biodiversidad. Posteriormente, en 1989, se estableció un Grupo de Trabajo Ad hoc con el objetivo de diseñar un instrumento legal destinado a promover la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad. Este esfuerzo culminó con la aprobación del texto del convenio durante la Conferencia de Nairobi en 1992, que coincidió con la "Cumbre de la Tierra" en Rio de Janeiro. Este último, un evento histórico que vio la adopción del Convenio de Diversidad Biológica, junto con otras convenciones ambientales clave, como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) y la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD).


Es clave ver el rol de las Conferencias de las Partes (COP) pues son el órgano máximo de toma de decisiones de la CBD y está integrada por todos los gobiernos que conforman el Convenio. Se organiza periódicamente con el fin de revisar el progreso y adoptar planes de trabajo. Es durante las COP que se negocia y acuerdan los marcos normativos como este último Marco Mundial de Biodiversidad y respectivos marcos de seguimiento, mecanismos de planificación y reporte, movilización de recursos, etc.  


Un nuevo enfoque: ¿Motivos para un optimismo renovado?


La adopción del nuevo GBF, ha generado cierto optimismo en algunos sectores de la comunidad internacional al establecer nuevas metas a partir de la identificación de problemas que limitaron mejore resultados en acuerdos anteriores como son la insuficiencia de fondos, falta de voluntad política y las repercusiones que esto tuvo en el proceso de implementación. Con menos de 7 años para alcanzar los objetivos y metas establecidas en el nuevo acuerdo, los esfuerzos están concentrados en asegurar las condiciones para una eficiente implementación.


A pesar de las debilidades y deficiencias que pueda llegar a tener el nuevo acuerdo, los nuevos objetivos y metas pueden representar un avance por las siguientes razones clave: (i) hay objetivos y metas cuantificables en todos los compromisos; (ii) la movilización de recursos financieros está al centro del acuerdo; y (iii) existe un marco de evaluación para el monitoreo regular de los compromisos, con mecanismos de transparencia y rendición de cuentas.


En cuando a los objetivos y metas cuantificables resalto la meta 2 que establece la "restauración efectiva" de al menos el 30% de los ecosistemas degradados terrestres, de aguas continentales, costeras y marinas.


La movilización de recursos financieros fue un punto clave en las negociaciones y el principal cambio respecto al acuerdo anterior es la creación de un mecanismo financiero, un fondo fiduciario especial para el GBF, administrado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), creado para respaldar la implementación del marco y asegurar flujos financieros suficientes. Así mismo un compromiso por aumentar los recursos financieros dedicados a la biodiversidad, provenientes de todas las fuentes para 2030.


Una de las principales deficiencias de las metas Aichi entre 2011 y 2020 fue una falta de seguimiento regular y revisión de las contribuciones. El nuevo acuerdo propone que cada país tendrá que revisar sus Estrategias Nacionales de Biodiversidad y Planes de Acción para la COP16 (que se llevará a cabo en 2024 en Colombia) y presentar objetivos y metas nacionales alineados con los nuevos objetivos y metas globales. Todos estos objetivos nacionales estarán sujetas a un tipo de "revisión global" donde se evaluará su contribución al objetivo colectivo del Marco. La siguiente evaluación se llevará a cabo en la siguiente COP16 y posteriores COP. Un punto a notar es que mecanismo de monitoreo fortalecen el seguimiento de los objetivos sobre todo al basarse en indicadores y formatos de reporte más armonizados y comparables.


El acuerdo es ciertamente perfectible y sigue siendo un compromiso muy ambicioso. No se trata del mínimo común denominador temido por las partes, sino de una hoja de ruta cuya dimensión histórica, debe traducirse en una implementación efectiva lo antes posible. Se espera que organizaciones tanto globales como regionales, puedan definir un programa de trabajo dedicado a la implementación de los diversos objetivos y metas y que la sociedad civil siga movilizándose para los próximos pasos. Si Montreal fue reconocido como un paso positivo, se debe en parte porque científicos y las ONG desempeñaron un papel importante en presionar a los Estados a dar resultados significativos, y el acuerdo es un mecanismo para que la sociedad civil mantenga presión sobre sus Estados a actuar e implementar su compromiso.


(19 de diciembre de 2023, Primer aniversario del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal) #cooperacióninternacional #cambioclimático # sostenibilidad #biodiversidadydesarrollo #fondofiduciario


Biografía:


Actualmente es en encargado del programa de Biodiversidad y Desarrollo en Global Development Network (GDN). Representó a GDN en la pasada COP15 de Biodiversidad. Tiene más de una década de experiencia liderando iniciativas de sostenibilidad y programas de investigación. Cuenta con una Maestría en Estudios del Desarrollo por Instituto de Estudios del Desarrollo de la Universidad de Sussex, y una licenciatura en Relaciones Internacionales por la UNAM.

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